Pintor Mario Barrientos inauguró expo “Donde habita el silencio” en la Casa del Arte Diego Rivera

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Testimonio de una vida ligada al borde costero y de sectores que poco a poco luchan por no apagarse ante el crecimiento de la ciudad es lo expresa en colores y líneas la exposición “Donde habita el silencio” que el pintor Mario Barrientos de Puerto Montt exhibe en la Sala Pinacoteca de la Casa del Arte Diego Rivera.

Considerado uno de los mejores acuarelistas del país, Mario Barrientos ha sumado premios a través de sus 52 años de carrera, con un talento que se exhibe en muestras o colecciones privadas de Chile, Argentina, Australia, Noruega, Brasil, Bélgica, Francia, Italia, Estados Unidos, España, Japón y Holanda.

La muestra de 25 pinturas –que significó dos años de trabajo en taller- recoge la vida cotidiana en las latitudes sureñas, dejando un referente de la cultura de Puerto Montt y su litoral, que bien conoce el pintor, pues recorría, entre Álfaro y Chucagua en Isla Huar, paisajes que fueron forjando el carácter de una obra que hoy en total madurez exhibe en plenitud la identidad del sur chileno.

Naves en el agua, casas de madera, nieves dominantes son parte de una colección de vida que suma 56 años de trabajo y que en cada pincelada estalla en expresión y significados, interpretando una belleza natural y humana que provocan volver a sorprendernos con su magnificencia y asombrarnos de contemplar lo que hemos construido y qué significamos en este pedazo de mundo.

PINTURA CONSCIENTE

Miembro de una camada de pintores que prosiguieron el camino instalado por Pacheco Altamirano es el continuador de la tradición, pero inicia el movimiento que da vida a la denominada Generación Conciente de la escuela pictórica de Puerto Montt.

Ligada a los sentimientos y realidad –a veces abrumadora- de Angelmó, la costa, el mundo rural o el paisaje del archipiélago austral, la vida isleña, la seguridad del entorno de Huar, se recogen en cada nueva obra que inicia a través de los pigmentos diluidos, proponiendo en cada toque pictórico un regreso inalterable a su niñez, en un seductor y romántico viaje en reversa.

Nubes descargando lluvia, mar agitado, naves tristes amarradas a un embarcadero, bosque virgen invencible son el refugio mental de Mario Barrientos, quien navega con el pincel y los colores a través de la historia entre la foresta y los ríos del sur chileno.

Firme convencido de que un color asume su timbre visual sólo cuando lo acompaña otro en armonía, es capaz de trasladar al testigo de su trabajo a través de los valores fundamentales que hacen posible nuestra existencia: templaza, tesón, solidaridad; vigentes hoy como cuando estas tierras fueron recorridas hace miles o cientos de años.

Pero el paisaje no tendría la sensibilidad si Barrientos no hubiera expuesto –ni irrumpido en el paradigma existente- en darle una dimensión humana. La templanza, tesón ni solidaridad hubieran conseguido proyectar su trabajo, si no incluyera los sentimientos agregados al rigor de la vida cotidiana, haciendo imaginar al público el diario esfuerzo de quienes por pobreza o por obligación deben sufrir el frío, la soledad o la violencia social.