El joven autor local acaba de lanzar su más reciente libro “Descenso”, una obra que para muchos desciende en la memoria de lo cotidiano con palabras que contribuyen a la visión, así lo señaló el poeta Carlos Cociña.
Para Cociña “e este libro, las palabras son una forma de mirar, que siempre aquí se hace caminando, y si se está en un cuarto cerrado, la ventana permite que el cetáceo que el observante tiene, viaje por el cielo”.
Reseña de “Descenso” por Carlos Cociña
Esas cosas que no pueden nombrarse, dice Juan José Saer, el tiempo las ignora, como las sombras según Nino Morales, quien desciende en la memoria de lo cotidiano para escuchar palabras que amplían la visión, aún en tiempos de apocalipsis.
La imagen de Lihn o Hemingway, permiten ver a través de ellos, sin sus palabras, el mar que se extiende como memoria que en mareas nunca se detiene, y pone en las orillas aquello que arroja lo sucedido como dolor.
La estructura de versos, cuando adquiere más preeminencia el relato, se mantiene, pero en contigüidad, marcada por líneas inclinadas, que acentúan el ritmo en una secuencia panorámica, aunque sin destino, pues la sucesión de imágenes se queda en un cotidiano disperso.
Los días exactos son percibidos a través de vestigios de ensoñaciones sobre objetos y situaciones muy concretos, sin posibilidad de evasión de una ciudad que se dispersa a golpes y movimientos inesperados.
El caminante puede ser un argonauta, que no deja de ver la ausencia de mitologías pues la propia ciudad se descubre en construcciones y ríos ocultos, que esparcen sus olores y quehaceres de sobrevivencia sin adjetivos que oculten su condición. Sin embargo, Pound deambula igualmente por Usuahia, bajo la Cruz de Sur.
En este libro, las palabras son una forma de mirar, que siempre aquí se hace caminando, y si se está en un cuarto cerrado, la ventana permite que el cetáceo que el observante tiene, viaje por el cielo.
Cualquier recuerdo es el inicio de un deambular constatando lo visto como una explosión de palabras que sólo se acercan a las cosas desnudas, señales donde se vive lo que se ve con un signo de interrogación. Pero la intensidad de lo sucedido señala siempre otra ruta posible, donde el nombre del caminante está escrito en todas las murallas. Es un nombre que accede a las cosas, pero estas siempre se escapan, planos de una película nunca vista, donde se perdió la casa de la infancia y de la adolescencia fijas en las pantallas. Así el lenguaje se pierde antes de ser emitido ante los simulacros que parecen reseñar otro tiempo. Y ahí aparecen los sonidos de los objetos y los otros animales, dejando el sonido del caminante en el acto de mirar. Y todo eso se construye en palabras de este libro.
Sobre el autor
Nino Morales (Danilo Morales Igor), Maullín, 24 de septiembre de 1991. Estudió Pedagogía en Historia y Geografía. Ha publicado en la antología del escritor Víctor Munita Fritis “Zapatitos con sangre, 66 poetas del Fútbol” por ediciones Cuarto Propio, “Surales” antología de crítica literaria por ediciones Balmaceda Arte Joven, Mal de Ojo (Revista) y otras revistas virtuales. Mención honrosa concurso Gonzalo Rojas Pizarro 2017. Ha participado en diversos encuentros literarios a nivel nacional e internacional. En el área audiovisual es ideal original y guionista del cortometraje Abisal. Galardonado con el 1er lugar en la 19° versión del Festival Internacional de Cine de Lebu (2019). Ha recibido distintos reconocimientos entre ellos: Mención de Honor en el Concurso Gonzalo Rojas Pizarro 2017(Chile). Mención de Honor “Premio a la Palabra” 2018 (Buenos Aires) y Tercer Lugar en el XIV Concurso Literario Bonaventuriano de Poesía y Cuento (Colombia, 2018). Actualmente reside en Puerto Montt donde se dedica a escribir.