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Mauricio Toro Goya presenta: Estado de gracia; una lectura a Sergio Larraín
11 agosto 2022 @ 19:00 - 20:00
Una amistad que surgió del interés de un editor de un diario de la 4ta región. Una relación que nace desde la curiosidad y que más tarde se convertiría en una suerte de admiración y de retroalimentación. El fotógrafo chileno que se convirtió en una leyenda es develado por otro grande de la fotografía contemporánea, Mauricio Toro Goya nos presenta los dos mundos de Larraín en “Estado de gracia”.
Desde el 11 de agosto, la Sala Pinacoteca de la Casa del Arte Diego Rivera albergará material exclusivo de Toro Goya; cartas, libros y objetos que llegaron a las manos del autor de las propias manos de Sergio Larraín, el chileno que tocó la cima de la fotografía a mediados del siglo XX y que un día decidió abandonarlo todo para vivir en el norte verde de Chile y desde ahí transformar su vida y la de todos quienes lo conocían.
“Yo vivía en Coquimbo y una fotógrafa francesa fue la que me habló de Sergio, yo desconocía su existencia, por allá, por el año ‘96. No sabía quién era Larraín, no lo había visto nunca, no sabía ni de su existencia, ni menos que había participado de la Agencia Magnum”, declara Mauricio al comienzo de la entrevista.
Toro Goya, reconocido fotógrafo oriundo de Vallenar, conoció a Sergio Larraín, en la segunda mitad de los noventa. Tras conseguirse su casilla de correo y enviar una decena de misivas sin respuesta al enigmático ex-fotógrafo, decidió no darse por vencido sin antes conversar con quien fuera su único contacto entre él y la ermitaña leyenda. “Le escribí bastante, nunca me contestó (dice entre risas). Después de eso, un día llamé al amigo que teníamos en común y le dije; oye, qué es latero este caballero, no pesca mis cartas, ya le he enviado más de diez y no me pesca. Es bastante soberbio, ¿Qué onda tiene?, le dije. Yo soy un cabro no más, quería preguntarle acerca de sus fotos, pero ya no es de mi interés. Y mi amigo me dice; lo mismo que me estás diciendo a mí, escríbeselo y mándaselo en una carta, que ya no te interesa conocerlo y que le pides disculpa por haberle quitado su tiempo, y ¡ahí me contestó! (ríe Toro Goya). Me dijo que le cargaba vincularse al mundo de la foto porque no le gustaba, que él estaba en otro momento de su vida, que él estaba en la meditación, en el yoga, en temas de ecología y en ese tipo de cosas. Pero me dijo que si yo quería conocerlo que, el primer -no me acuerdo- sábado o viernes de cada mes, hacía clases de yoga en una plaza en Ovalle y que si yo quería ir, que vaya, y fue así como lo conocí”. (Año 97).
“Me llevé un cobertor de cama, de los años 90, delgado y lo puse ahí en el suelo, y llegó este señor con una camisa con cuello mao de lino, pantalón de lino y descalzo, haciendo los movimientos, y la respiración y las posiciones… yo no di el ancho en la clase, a la cuarta parte ya estaba de muerto y este caballero como si nada, se doblaba como si fuera un bebé, súper flexible y hacía todos los ejercicios, meditaba, respiraba sin ningún problema y a mí, al contrario, la clase me tenía un poco estresado , no lograba entrar en la dinámica esa”, narra.
Mauricio, que por ese entonces trabajaba como editor fotográfico en el Diario “El Día” de La Serena, no dudó en aceptar una invitación que Larraín le hizo a ir a su casa por un té y galletas de limón. Fue la primera de muchas charlas y el primer té de tantos otros.
Esa relación que nació por una conversación casual, se transformó en catorce años de amistad, en donde las cartas, debido a que Larraín no manejaba teléfonos y menos el revolucionario internet, fueron el medio que ambos encontraron para seguirse conociendo y frecuentando.
En entrevista con CULTURAPUERTOMONTT, Toro Goya describe la exposición:
Y entonces, ¿Qué vamos a ver en “Estado de gracia”?
“Estado de gracia es una mirada de los dos mundos de Sergio; del mundo del fotógrafo de Magnum y del mundo del fotógrafo que se retira y se dedica a hacer sus libros en fotocopia y a hacer circular su discurso político y filosófico y de cómo esos dos mundos se acoplan y me afectan y yo los trato de traducir, y cómo me afectan a mí y cómo ese afectar se traduce en otras experiencias. Entonces, al final, la exhibición es cómo ver a estos dos Sergios, confrontados, hacerlos discutir sobre las contradicciones y coincidencias que pudiera tener entre estos dos mundos, y ¿Quién lo traduce? Soy yo, que viví esas experiencias, entonces, se cruzan la exposición -va a haber una exposición completa del libro “El rectángulo en la mano”, que es su primer libro con las fotos que a él realmente le gustaban, que son anteriores a Magnum; están sus libros en fotocopias, sus satori, sus cartas , objetos que me regaló como la cámara Leica y un sinfín de cosas más que se van cruzando ahí, que también tiene que ver con una exposición bien sencilla como el mundo que él transfería, que es esta estética zen; de poder cruzar con pocos elementos y tratar de tensionar este espacio”.
¿Por qué decidiste nombrar a la expo “Estado de gracia”?
“Porque Sergio suponía en un proceso reflexivo y filosófico que sus mejores fotografías habían sido concebidas en un estado de gracia y le transfería al acto fotográfico, un acto casi mágico, místico y eso es bien complejo porque yo tengo una mirada mucho más marxista del mundo, mucho más materialista. Yo no sé si él lograba transferir eso, y es lo que más me cuestiono siempre, y lo que cuestiono en esta exposición, si él logra transferir el estado de gracia en sus imágenes”.
¿Cómo influyó Sergio Larraín en tu vida?
“En muchas cosas, hice un libro sobre Sergio el año pasado. Por supuesto, no es la única persona que influyó en mi quehacer, pero sí fue una persona importante, él era una persona importante, entonces, cuando uno es joven como que le hacen sentido cuando te hablan este tipo de personas que hacen que tú te cuestiones muchas cosas. Teníamos una idea completamente distinta del mundo, desde el punto de vista religioso y político, siempre quedábamos en puntos ceros, yo de un lado y el del otro y no llegábamos a acuerdo, pero -pese a eso- él me permitió ver cosas que yo no veía”.
(…).
“Él me enseñó a meditar, por ejemplo, yo no sabía, y también me enseñó mucho de foto porque me hizo cuestionar lo que yo hacía, y eso fue muy importante para mi, en todo sentido, desde el lado espiritual y, además, el tema de reflexionar, ¿Qué hacía? y ¿Por qué lo hacía? Además, él hizo que yo tomara la decisión de dejar la fotografía de prensa, entonces, yo me retiré porque él me lo insistía tanto. Me decía ¿Por qué sigues haciendo eso? Has algo que te haga feliz. Fue un cambio radical en mi vida, me quedé sin trabajo”.
Y después, Mauricio, ¿en qué se centró tu fotografía? ¿Qué fue lo que volvió a revolucionar tu corazón y vocación?
“Sergio buscaba la luz y yo buscaba la sombra, entonces, eran como los opuestos. Yo decía, ¿por qué tengo que irme por el mismo camino?, ¿por qué no me voy por el otro? Con los años me di cuenta que al final era lo mismo; detrás de la luz y la oscuridad está lo mismo, la iluminación. La decisión de cómo abordar este nuevo momento de mi vida -desde el punto de vista autoral- tiene mucho que ver mucho con una carta que él me envió, con una carta que es decidora desde el punto de vista de reflexión estética, donde más allá de las visiones que teníamos él hace una visión de la estética de lo que había que ver, escuchar, fijarse, y yo en ese minuto, aunque siempre tenía una mirada reflexiva de las cosas y bastante política, desde el punto de vista estético mi forma de resolver era bien práctico y pragmático, entonces, a veces llegaba a ser muy literal, y fui examinando esa carta. Fui resolviendo punto por punto esa carta, con el tiempo y las posibilidades que tenía, y con esa literalidad más el cuestionamiento de esa literalidad y la reflexión en torno a lo que pasaba, empezó a cambiar mi fotografía”.
Finalmente, ¿Cómo te defines, Mauricio, ¿y cuál sientes tú que va a hacer tu huella o tu legado?
“La verdad es que yo soy una persona que me dedico el cien por ciento del tiempo a la producción de mi obra. Tiendo a vincular mi experiencia con mi quehacer y viceversa, entonces, trato de traducir en mis imágenes, mi vida. A veces, creo que hay cosas muy importantes, pero realmente no lo son. Ese mismo sentido de vida, es el sentido que trato de transmitir en mi práctica diaria de lo que hago, yo me defino como un artista que habito mi obra y, en ese sentido, si algún día te hablaran de mi, quizá lo que te podrían decir es que soy difícil de atrapar porque para poder traducirme hay que vivir del lugar, del otro y eso es muy difícil, entonces, esa relación de poder interpretar al otro/a es compleja si es que no te pones en su lugar, y creo que por eso es tan esquivo poder traducirme, porque hay que entender mi habitar, pero mi habitar en el amplio sentido de la palabra. Siempre tengo ese sentido; como que habito mi obra y mi obra me habita”, finalizó.